Declive de la educación

En abril del 2012 escribía entre otras cosas: “Señor Director: la educación hace mucho tiempo ha decaído debido a que se ha vuelto comercial en un 90%. Ya no hay valores, solo el lucro mueve a los dueños de los diferentes niveles de la educación. Esta es la razón para la decadencia de los valores del Estado ecuatoriano en general”.

El tiempo me ha dado la razón, al ver que un pequeño colegio, la Unidad John Dewey, de Milagro, se impuso en las pruebas Ser Bachiller 2015 (962/1 000 puntos), en las cuales participaron casi 1 700 instituciones del sector Costa. La alumna del mismo plantel educativo, Hillary Mejía, sacó el puntaje máximo de 1 000 puntos.

Ninguno de los colegios más caros de Guayaquil, que se supone brindan la educación de calidad más alta, asomó con este puntaje sobresaliente. Lo hacen las instituciones de ciudades y pueblos de “menor categoría”, lo cual demuestra mi tesis de que las instituciones educativas más caras no necesariamente son las que brindan mejor educación de calidad.

En esta forma, rememorando la historia de David y Goliat, donde David venció a Goliat con una honda como única arma, queda demostrado que las instituciones educativas se han vuelto comerciales, sin importarles la preparación de sus alumnos y peor dejar sentados los valores primordiales para alcanzar el buen vivir con su ejemplo y valores. Además, ¡nunca toman en cuenta a los padres de familia!

La técnica es muy sencilla: construir el famoso trípode: alumnos, profesores y padres de familia, que en mi época de presidente del comité central de padres de familia de las instituciones católicas particulares de la provincia del Guayas, trataba de inculcar en todos los colegios de la Pafec.

Y es eso lo que la rectora de esta muy digna institución ha logrado: inmiscuir a los profesores, alumnos y padres de familia, obligándoles a verse inmersos en la educación de sus pupilos. “La hora de la rectora” llaman al hecho de mezclar conceptos educativos con base en el diálogo, donde se reciben las ideas y reclamos de los alumnos, de tal forma que estos toman confianza y el gusto por adquirir más conocimientos, no forzados por los profesores, sino con la estima bien alta desean adquirir más conocimientos. Que sirva esto de ejemplo para los padres de familia, que hay excelentes instituciones del Estado donde se brindan conocimientos mejor que en las instituciones “de prestigio” y comerciales.

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