La Iglesia Católica ha tenido permanentemente mensajes orientadores trascendentes, tanto que la prensa internacional siempre se ha hecho eco y los ha repetido en forma insistente, sobre todo cuando tales pronunciamientos se han divulgado a través de encíclicas.
Pero en esta ocasión, el nuevo Papa no ha necesitado de ellas, pues ha sido suficiente que en sus primeras declaraciones mencione que no solo quiere una Iglesia para los pobres, sino sobre todo una Iglesia pobre, para que varios sacerdotes hayan reorientado sus sermones, haciéndose eco del pedido del papa Francisco como con tanta sencillez él mismo se ha bautizado.
En efecto, los miembros de la Iglesia Católica no necesitan de templos suntuarios, ni de casas de reposo enormes, ni de vehículos lujosos. Además, el Papa piensa que todos esos recursos deben destinarse a necesidades más prioritarias, como la construcción de escuelas, dispensarios médicos, orfelinatos, asilos de ancianos, comedores populares destinados a los grupos más necesitados, lo cual no solo sería aplaudido por Roma, sino por toda la ciudadanía.