Tanto se opina sobre si es una década ganada o perdida el tiempo de mandato del presidente Rafael Correa. La opinión, obviamente, es individual y dependerá de la realidad de cada persona.
Si es un funcionario público, que tiene un buen salario y que es cobrado con cierta puntualidad. O si multiplicó su patrimonio de manera exagerada y en poco tiempo. O si se convirtió de empresario quebrado en magnate –también en corto plazo- por intermediar en contratos estatales, lógicamente la opinión será positiva.
En cambio, si es un desempleado al que se le cierran todas las puertas, si paga más impuestos o ve a su país más endeudado. O es de los contratistas que está en apuros porque el Gobierno se atrasó en sus pagos, la respuesta será negativa, aunque se traslade por hermosas carreteras en búsqueda de un prestamista que le saque del problema de iliquidez.