Me instalé más de dos horas frente al televisor. En Guayaquil compartieron la sala seis ciudadanos que aspiran a la Presidencia de la República. Trataron varios temas: salud. educación, inseguridad, impuestos, etc.
No aparecieron propuestas serias y alejadas de la demagogia. No faltaron quienes ofrecieron bajar los impuestos fiscales, sin precisar con razones lógicas el porqué y cómo los reemplazarían para financiar la caja fiscal. Alguno, inclusive, manifestó que le pueden acusar de todo, menos de saber hacer plata; aunque claro, el Servicio de rentas Internas (SRI) le pisa los talones atrás del pago de sus impuestos…
No quedó muy explícito el escenario sobre las políticas públicas en lo social y en lo económico. Todos coincidieron -tácita o expresamente- en ser opositores a la revolución ciudadana y al gobierno del presidente Rafael Correa. Faltaron a la cita dos candidatos: el uno, ducho en contiendas electorales. En 2006, dos vueltas (aunque perdió la primera). En 2007, consulta popular y elección de constituyentes.
En 2008, el referendo aprobatorio de la Constitución de Montecristi. 2009, primera reelección. 2011, consulta-referendo.
El segundo inasistente, ex presidente de la Asamblea Constituyente reunida en la ciudad en donde nació el gran Eloy Alfaro, y representando a la llamada unión de las izquierdas.
Aquel candidato que encabeza las encuestas podría debatir en la hipótesis de que hubiese segunda vuelta, y escogiendo el escenario que sea realmente representativo de la ciudadanía.