En la edición del 12 de junio, página 3, de EL COMERCIO, aparece una crónica-reportaje bajo el título: “De la guerra con los Isaías a la sede en Londres” que, en su contenido, me alude tendenciosa y directamente.
Al amparo de los dispuesto en el numeral 7 del artículo 66 de la Constitución de la República, le solicito hacer las siguientes rectificaciones y precisiones: 1. Si bien el artículo está dirigido, principalmente, a relievar el acertado nombramiento de nuestro flamante representante en la Embajada del Ecuador en Reino Unido, doctor Juan Falconi Puig, no puedo dejar de glosar el sesgo, contradicciones y por lo menos, una falsedad absoluta que contiene ese impreso.
El cronista dice muy suelto que: “Bravo había sido abogado del exsuperintendente de Bancos en el juicio por la fusión de La Previsora y Filanbanco. Ambos negaron su vinculación”. Esta falaz afirmación es muy grave, pues nos hace aparecer como “mentirosos y desleales” ante sus lectores. Una vinculación profesional, pública y notoria como la que me une al Dr. Falconi desde hace 15 años por lo menos, no sólo que jamás la he negado, sino que, por el contrario, siempre me he preciado, inclusive públicamente, de esta fraterna amistad.
2. Poner a Rosero como contradictor de los valores que resalta la crónica sobre el Dr. Falconi resulta un verdadero despropósito. Este sujeto, en un proceso penal que se inició en el año 2007 que, únicamente, por su deslealtad y manipulación procesales con su compinche Bucaram todavía sigue en trámite, está llamado a juicio con orden de prisión preventiva como autor de escuchas telefónicas clandestinas, según consta en el auto confirmatorio, dictado por la Segunda Sala de Garantías Penales de la Corte Provincial de Justicia de Pichincha (juicio No. 210-2009) que el cronista bien puede reproducir en lo que más interese, pues se trata de un proceso público. También podría investigar todas las groseras vicisitudes en ese expediente y la cantidad de ilegales recusaciones promovidas por el reo en contra de jueces honestos.