En relación con el interesante artículo “Curuchupa” de Rodrigo Borja, publicado en El Comercio del domingo 3, sobre el origen vernáculo y utilización de esa palabra por periodistas como Manuel J. Calle, a principios del siglo XX, para designar a los conservadores clericales, permítanme relatar una anécdota sobre la entrada de Alfaro en Cuenca el año 1895, y que consta en material bibliográfico y sobre todo en la antigua tradición oral de dicha ciudad.
En efecto, luego del triunfo de la División del Sur en el Chorro de Girón, el ejército comandado por Alfaro que venía desde el norte ingresó fácilmente en Cuenca cuando, de pronto, un ebrio desafiante se interpuso en su camino y empezó a entonar a todo pecho una canción patriota- religiosa.
El general Plaza, señalando al intruso, preguntó a Alfaro: “Mi general, lo retiramos”. Alfaro, muy bonachón, le respondió con su proverbial voz de trueno: “Déjenlo, es la balada del curuchupa”. La ocurrencia motivó la carcajada de todos y, esquivando al borrachito, continuaron su marcha. Esta anécdota nos muestra el espíritu tolerante de este político liberal cuya mayor obra fue la implantación del laicismo.