En Venezuela existe una profunda crisis humanitaria, dijo el expresidente socialista del Gobierno español, Felipe González en un programa de análisis presentado por un canal de TV de España. Y no hay duda de que esa es la realidad.
El programa trató la crisis de alimentos y otros artículos para el hogar y presentó las largas y permanentes colas para adquirir alguna reducida ración de leche, harina, carne y huevos. Se refirió a la crisis sanitaria y mostró a los hospitales públicos despedazados en los que no existen medicinas básicas y los médicos difieren operaciones quirúrgicas por falta de los elementos necesarios para ello.
En un hospital no funcionaban desde hace semanas los 4 ascensores por lo cual los enfermos tenían que ser transportados en sus camillas por las escaleras. Y la crisis de seguridad, que ha convertido a Caracas en la ciudad más peligrosa de Latinoamérica, solo superada por alguna de Honduras.
Venezuela no puede mantenerse en ese estado de descomposición esperando un estallido social que vuele por los aires la escasísima institucionalidad que le queda, ante el quemeimportismo del mundo y en especial de América Latina.
Es hora de intervenir por razones humanitarias. La situación actual es más grave que la producida por un terremoto o un tsunami. La Carta Democrática de la OEA y el estatuto de Unasur prevén la intervención por razones humanitarias y eso debe aplicarse al país bolivariano.
Basta del doble rasero para juzgar a casos de gobiernos socialistas y otros similares en gobiernos de distinta índole. Recuerden toda la fanfarria con la que se movieron los jefes de Gobierno por la destitución del presidente Zelaya. Alguno, que apareció en traje de fatiga y llevando sangre para transfusiones, llegó a decir que había ido a brindar su vida por defender la democracia.
Y ¿qué pasa con el burdo bloqueo a la Asamblea Legislativa de Venezuela por parte de un Ejecutivo inepto, corrupto y arbitrario?