Los ecuatorianos tenemos virtudes y defectos. Pero entre las virtudes que siempre nos han destacado están el ser gente buena, cálida y querendona. Sin embargo, desde hace nueve años Rafael Correa se ha dedicado a fomentar el odio entre ecuatorianos para dividirnos y debilitarnos. Primero empezó sembrando el odio social, luego contra los banqueros, medios de comunicación independientes, UNE, empresarios, movimiento indígena, yasunidos, sindicatos de trabajadores, etc., y lo más penoso es que parecería que disfruta haciéndolo. Lo que nunca se imaginó es que ese odio y rencor se iban a voltear contra él por sus groserías, atropellos y arrogancia.
Hay una frase muy simple y clara que dice “no hagas a otro lo que no te gustaría que te hagan a ti”, parece que él nunca la entendió y ahora está cosechando lo que sembró y debe ser bien deprimente saber que cada vez son más los millones de ecuatorianos que lo detestan, así ponga su típica sonrisa prefabricada en público.
Lo importante es que cuando este gobierno y su oscurantismo terminen, los ecuatorianos podamos volver a vivir sin odios ni rencores y volvamos a ser un país unido para que Dios siga bendiciendo esta maravillosa tierra.