Corona de lágrimas

Es el título de una telenovela, y es también el efecto que causan en nuestra hermosa capital sus lacras insoportablemente visibles: desorden, suciedad, polución por doquier; calles que semejan la superficie del único satélite de la Tierra; ruidos y más ruidos: de motores, de altoparlantes, de díscolos conductores que se divierten con los pitos de sus carros; comerciantes desconsiderados con sus ventas en las veredas, etc., etc.

Pero, si esto es una verdad de lunes a viernes, lo de los fines de semana es peor. Las bellas plazas de este Patrimonio de la Humanidad están convertidas en vulgares espacios donde la poblada hace de las suyas. Pisotea jardines, pintarrajea paredes, cualquier espacio les sirve para comer, beber y más desmanes que es fácil colegir.

¿Qué hace el Burgomaestre?

Su inacción permanente ante todo lo arriba indicado se puede pensar que está muy ocupado inaugurando proyectos, develando placas, construyendo obritas de relumbrón, bulevares con colibríes de plástico.

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