La principal función del tránsito aéreo como del terrestre es la de movilizar personas, sin embargo, las normas de seguridad que se aplican en los dos tipos de servicios, difieren notablemente, a pesar que la prioridad es la misma.
En el aéreo, la responsabilidad asume directamente la empresa por todas las aeronaves, mientras que en el terrestre, asume el dueño de la participación en el vehículo asignado, lo que le quita una responsabilidad directa a quienes dirigen las cooperativas de transporte. Los pilotos están sujetos a constantes pruebas de salud, eficiencia física, mental y sicológica, mientras que los choferes, sólo sacan una licencia profesional y se desconoce sobre un seguimiento que les permita conocer su permanente aptitud. Los aviones son manejados por dos personas, para el caso de cualquier eventualidad y dentro de un horario normal de trabajo, donde los reflejos son instantáneos. En cambio los choferes, muchas veces exceden las horas normales de trabajo, acompañados de un ayudante que no tiene los mismos conocimientos y experticia del chofer. Para evitar accidentes, los aviones son revisados bajo normas estrictas de seguridad y sus piezas son cambiadas de acuerdo a estándares establecidos, en cambio en el transporte terrestre, al estar el mantenimiento sujeto a la persona asignada, queda más a su criterio que a normas preestablecidas.
Es importante que el transporte terrestre tenga las mismas condiciones de seguridad que las aéreas. El control es el proceso que vigila las actividades que asegura el fiel cumplimiento de su principal prioridad. La efectividad de su sistema se encuentra en que todos los procesos trabajen para conseguir el logro deseado, en este caso, ministerios correspondientes, ANT, cooperativas con esquemas y controles directos, siguiendo el ejemplo de la transportación aérea, donde el índice de accidentes es menor al 1%.