Los periodistas del Ecuador y de América Latina estamos de luto, cuando uno va con la ilusión de ser periodista, con esos bríos de luchar por la verdad y la justicia social, lo primero que nos advierten nuestros maestros es el peligro de ser silenciados en cualquier momento del ejercicio profesional.
El periodismo, yo creo, que es para gente de bien comprometida con la sociedad, para notables y héroes, como es el caso que nos ocupa.
Cuando nos graduamos nos toman el juramento de defender la verdad, me estuve acordando de todo esto y mis lágrimas no se hicieron esperar porque está latente ese juramento nos comprometimos con la sociedad y sabemos que cada minuto de nuestra existencia está en peligro constante porque nuestra misión es informar con objetividad.
Además por vocación el comunicador tiende a sanear la conciencia social. Obvio que el pueblo está consternado ante el asesinato que perpetraron al joven colega Javier Ortega de 36 años, al fotógrafo Paúl Rivas y al conductor Efraín Segarra, equipo periodístico del diario EL COMERCIO secuestrados en 26 de marzo en la zona de Mataje, en la provincia de Esmeraldas donde permanecieron privados de su libertad hasta el término del fatal desenlace, pero también está atemorizado por la inseguridad en que vivimos.
Me uno al dolor de los familiares y deudos por la pérdida irreparable de sus seres queridos y sobre todo por la forma violenta que arrebató sus vidas.
Este repudiable hecho deja huellas muy profundas en la conciencia ciudadana, bien dicen que el ladrón puede restituir lo robado y tendrá mil años de perdón, eso si devuelve. Pero la vida… la vida señores no se devuelve a nadie, la sangre inocente derramada tarde o temprano demandará justicia divina.