Van por los 70 años matándose por razones políticas los colombianos y eso duele. Al inicio, la sublevación contra al sistema imperante en los años 40 podría justificarse, realmente apestaba. El vaso que derramó toda paciencia y produjo esa reacción armada fue el asesinato del candidato a la presidencia el Dr. Eliécer Gaitán que se proclamaba antisistema y con el apoyo abrumador que tenía podría cambiarlo. Así nació el intento armado por acabar con esa costumbre que garantizaba gobiernos imposibles para los pobres y para aquellos que pensaban como ese líder. Durante años la sublevación tuvo muchos giros y grupos que los conformaban y obtuvieron seguidores que luego fueron desencantándose. Es el caso de las FARC y del ELN. Llegaron los tiempos de los desafueros, asesinatos, secuestros, actos terroristas y alianzas con los que luego serían sus amos, los carteles de la droga. Así rompieron con sus orígenes y la sublevación se convirtió en una guerra interminable y atroz con todo tipo de actores. Por ahora no comento sobre la paz firmada entre el gobierno y las FARC o los diálogos con el ELN porque los hechos violentos en nuestra frontera comprueban que esa paz no es total y que los narcos son los más reacios a que se implemente porque así se facilita los envíos de droga al mundo. Los últimos acontecimientos en la frontera comprueban que hemos heredado una pelea en la cual fueron ofrendadas vidas inocentes de valiosos ecuatorianos civiles y militares. En verdad no merecemos heredar ese conflicto que subsiste en Colombia.