Y posiblemente encubridores, de la grave situación a la que se está llevando al país, resultan la mayoría de medios de comunicación y preferentemente las personas que escriben en sus páginas editoriales y de opinión, que le hacen juego a la política del escándalo del actual Gobierno para tapar su incapacidad para encontrar soluciones a los problemas que enfrenta el país.
La lucha contra la corrupción no puede llevarse como novela con capítulos diarios, debe ser seria y no permitir que sea manoseada por la politiquería de siempre.
Mientras tanto se calla el alto nivel de desempleo, el incremento de la pobreza, la inseguridad rampante que atormenta a todas las ciudades, la falta de coherencia en el manejo del problema migratorio venezolano, el impago a los maestros jubilados, la pérdida de una política exterior soberana, la falta de inversiones productivas, la ineptitud para manejar los problemas carcelarios, con un etc., etc., hasta el cansancio.
Se deberían preocupar por analizar si las imposiciones del FMI y el aperturismo financiero y comercial que se quiere implantar no llevarán al país a la quiebra. Si nos conviene una privatización de sectores estratégicos, que se disfraza de concesión. Conocer qué se hace para reducir el gasto público y si en ese orden es bueno que ciertos ministros tengan una escolta de seis personas, dos vehículos y dos motos; si es adecuado el uso del avión presidencial con fines vacacionales o personales; si meterle la mano al BIESS para pagar a los maestros es adecuado. Esos son algunos temas que deberían estar presentes en el debate diario.
El preguntarse cuál es la política del gobierno, que con claridad no tiene quién la guíe y donde cada ministro hace lo que quiere, inclusive hablar de los enredos en las decisiones del Presidente y de sus exabruptos, sin que este reaccione como cabeza de gobierno. Solo nos dice que es un gran ejemplo “el monito” representante de la explotación infantil al que confunde con un emprendedor. Vaya estadista.