“La regalada gana”, artículo del Dr. Farith Simón publicado hace algunos días, merece una precisión. No voy a refutar su contenido sino hacer una aclaración histórica acerca del origen de dicha expresión que el columnista la atribuye “al pacto al que llegó (Bucaram) con los socialcristianos antes de su posesión como Presidente del Ecuador”, dando a entender que el acuerdo legislativo ocurrió antes de que Bucaram asuma la Jefatura del Estado en 1996. No hubo tal cosa.
Fui legislador de esa mayoría que se formó en 1994 para captar las dignidades del Congreso recogiendo el sentimiento popular que votó mayoritariamente por los candidatos del PSC y del PRE. Ese Acuerdo permitió que Heinz Möeller y Marco Proaño Maya ocupen la Presidencia y la Vicepresidencia del Congreso, gestión positiva que mereció el reconocimiento de la opinión pública y que dejó atrás la vieja costumbre del auto denominado “progresismo” de unir minorías parlamentarias tratando de aislar a partidos políticos de indudable raigambre popular, blandiendo el falso pudor de que adversarios irreconciliables no podían concretar acuerdos políticos. La poco feliz expresión “la regalada gana” sirvió para satanizar ese acuerdo, y el imaginario popular lo acuñó desde entonces como expresión de repudio. Ese no fue un pacto de trastienda, fue un verdadero Acuerdo legislativo firmado no solo por el PSC y el PRE sino por otros bloques también. Fue una estrategia política que permitió un fecundo trabajo como hoy se lo reconoce.
Basta comparar la producción legislativa y control político de entonces. Había democracia, pluralismo, tolerancia, consensos, disensos, debates que permitían cumplir los 2 mandatos esenciales de un diputado: legislar y fiscalizar. Y hacerlo con autonomía, decoro, dignidad, espíritu patriótico. Los indudables logros que hubo superan con creces lo negativo.