Tuve la oportunidad de leer el libro titulado El poder del pensamiento tenaz para jóvenes, escrito por el Pastor Evangélico Dr. Norman Vincent Peale y su lectura me ha hecho reflexionar mucho sobre la actitud positiva que debemos tener los seres humanos y especialmente nuestros jóvenes, para hacer de la vida un recorrido en actos y acciones, que nos motiven a aceptar y reconocer, principalmente la conducción en nuestras vidas de un Dios protector, humano, generoso con cada uno de nosotros, con el propósito de encontrar la paz espiritual y la fortaleza, para afrontar las adversidades de la vida y especialmente para estar revestidos de esa fuerza vital de nuestro pensamiento tenaz, que cambie nuestra visión de las cosas para llenarnos siempre de mucha fe y positivismo.
El autor dice: “Arroja el corazón sobre la barra”, equivale a poner fe por encima de cualquier dificultad. En otras palabras agrega: “arroje la esencia espiritual que hay en usted por encima de la barra, y su ser material la seguirá por el sendero del triunfo. El corazón, la esencia espiritual, debe desempeñar siempre el papel de guía, de explorador. Espere lo mejor, no lo peor, y los deseos de su corazón se cumplirán. Piense siempre que obtendrá lo que lleve en el corazón, sea bueno o malo, fuerte o débil”.
Creo entonces que es importante para nuestro desarrollo personal hacer siempre uso del poder del pensamiento tenaz, para lograr que obre en nuestras vidas, cambiando nuestra manera de ser, nuestras actitudes a lo mejor negativas y convertirlas en pensamientos positivos, que sólo vean las cosas buenas de la vida y desechen todo aquello que resulta negativo, que nos influye en nuestro rendimiento, en nuestra tranquilidad y que incluso puede llevarnos a extremos de afectar nuestra salud, con el aparecimiento de síntomas de estrés, angustia, desesperación y lo que es peor un sentimiento de frustración. Hagamos un esfuerzo por cambiar nuestra mente a que piense siempre positivamente y tratemos todo el tiempo de recorrer hacia ese camino de felicidad, paz y prosperidad, que solamente puede darnos nuestro creador, cuando nos encomendamos a él y dejamos que nos conduzca a esos remansos de plenitud y de dicha.