En la Feria del Libro de Buenos Aires el premio Nobel sudafricano, J. M. Coetzee, expresó todo el malestar reprimido que le produjo la censura oficial de su país en tiempos del ‘apartheid’. Fue aun más lejos al señalar que “todos llevamos el impulso censor en lo más profundo de nosotros”. Respecto de esto último, debemos decirlo enfáticamente: no somos todos. Claro que algunitos lo tienen a flor de piel e inventan una serie de artimañas, inimaginables, para acallar la voz de quienes piensan diferente; conciben leyes expresas para infundir temor, saben que el miedo es el remedio infalible para lograr este propósito; utilizan a la Justicia para demostrar de lo que son capaces y de paso obtener réditos personales. ¿Por qué no? Porque es inmoral, como también lo es segregar a las personas por el color de sus ideas y levantar barreras de odio y animadversión contra los opositores. Otra reflexión interesante del escritor: “Cuanto más cambian las cosas, más iguales permanecen”. Es como si Coetzee hubiera visitado algún país de la región, donde la propaganda es la esencia misma del cambio, mientras todo sigue igual o peor.