La cizaña es una planta que crece espontáneamente en medio de los sembríos de trigo, es difícil de extirpar y sus semillas contienen sustancias venenosas. Es difícil separar el trigo de la cizaña, ya que son tan parecidos que se corre el riesgo de arrancar el trigo bueno, al intentar eliminar la cizaña, por lo que recomiendan esperar a la época de cosecha para separarlas.
Vivimos inmersos en un mundo en el que estamos todos mezclados, como el trigo y la cizaña, los buenos y los malos, los discapacitados reales y los “discapacitados de mentira”, los infectados por coronavirus y los no infectados; los asambleístas que se aprovechan de los recursos del Estado, de los que no lo hacen; los choferes “discapacitados” alardeando en sus autos de lujo y los pobres discapacitados de verdad, arrastrándose con dificultad por las calles. Para desgracia nacional, contamos con jueces que poseen un carné de discapacidad que asegura que tienen un 100% de “discapacidad intelectual”, a pesar de lo cual continúan dictaminando y dirimiendo juicios, de cuya justicia hemos de dudar, con absoluta certeza de sus catastróficos resultados.
“La buena simiente son los hijos del reino y la cizaña son los hijos del malo”, así nos explica la Biblia, en el capítulo 13 de Mateo. Los ángeles serán los encargados de la delicada tarea de separar lo útil de lo inútil; lo productivo de lo improductivo; los trabajadores de los parásitos; el trigo que alimenta, de la cizaña que cada día nos envenena.
Así permaneceremos todos juntos, como el trigo y la cizaña, hasta que llegue el último de los días en el que una mano angelical separará a los unos de los otros para dar a cada uno lo que en Justicia le corresponde.