Valoro como el que más la actitud de los buenos ciclistas para mantenerse en forma y contribuir al ahorro de combustible en beneficio del planeta. Sin embargo, con creciente frecuencia escapamos de ser atropellados en las aceras por raudos velocipedistas a quienes solo les importa su propio disfrute. Qué decir de quienes saltan los parterres, invaden vías y giran intempestivamente hacia cualquier lado, sin percatarse de autos o personas por los audífonos que llevan puestos.
Como en la noche no utilizan luces ni bandas reflectivas, sus meteoritos carecen de retrovisores y los semáforos, por desgracia, solo alumbran el paso de los vehículos que circulan en el sentido correcto, cruzan las bocacalles sin importarles el pare, que también está del otro lado.
Frente a un accidente, siempre son culpables los conductores de los autos o los buses por la solidaridad que despiertan, la misma que ha permitido la creación de carriles exclusivos, que en algunos casos no se ocupan nunca (por ejemplo: calles Veracruz, Diguja, Vozandes), en detrimento de enfermos, empleados y negocios que no tienen donde estacionar sus vehículos, en una ciudad que carece, cada vez más, de suficientes espacios de parqueo.