Me refiero al artículo del embajador Francisco Carrión, publicado el 4 de agosto del año en curso, titulado ‘La Celac para qué sirve’, en el que formula acertados comentarios sobre dicho organismo. Al respecto, puntualizo lo siguiente:
La Celac no tiene hasta la fecha personería jurídica, pues no ha aprobado un tratado que le capacite asumir obligaciones y tener derechos. Esta organización es por ahora un Grupo de Río con otro nombre, esto es un mecanismo de consulta y concertación política, cuyos jefes de Estado y otros funcionarios de alto nivel se reúnen periódicamente.
No podría firmar acuerdos con organismos internacionales que sí existen legalmente, como las Naciones Unidas, la OEA, la Unión Europea o la Organización de Estados Africanos, etc. Tampoco puede tener una secretaría permanente, una estructura administrativa o una sede oficial. Su accionar depende del dinamismo que decida imprimirle el país que desempeña la Presidencia temporal.
Puede ser que, por ahora, no se considere dar este paso para no crear una burocracia internacional frecuentemente criticada. Pero si la Celac pretende ser un legítimo interlocutor de América Latina y el Caribe, para insertarse en el mundo globalizado del siglo XXI, este paso es ineludible. Lo que no será tarea fácil,pues la Unasur, que cuenta con 12 miembros -frente a los 33 de la Celac- tardó cinco año en aprobar y poner en vigencia su Carta Constitucional.
Dentro de la Celac existen claras diferencias de intereses políticos, económicos, comerciales, financieros y geopolíticos. México y América Central miran más hacia el norte y todos ellos tienen un TLC con los Estados Unidos de América. A otros países seguramente les interesaría más una aproximación con China o Rusia.
Algunos preferirían dinamizar sus relaciones con la Unión Europea o la Cuenca del Pacífico. Los miembros de la Caricom son anglófonos y forman parte del Commonwealth y su jefe de Estado es la Reina de Inglaterra. Por lo que si decidieron negociar un tratado constitutivo, lograr un texto de consenso será una enorme labor de habilidad diplomática. Pero si eso no sucede en un plazo razonable, con razón nos preguntaríamos para qué sirve la Celac.