Sr. Presidente, cuando asumió el mando, no lo hizo solo para quienes votaron por Ud. Asumió como Presidente de todos los ecuatorianos y bajo este contexto me permito hacer estos comentarios, pues parece que en el quehacer de todos los días y siempre pensando en Alianza País y en los primarios intereses políticos, únicamente sale a luz, lo más soberbio de su espíritu y antiguas dolencias y resentimientos con la sociedad. No todos los ecuatorianos hacemos política activa, pero de una u otra manera la vivimos o por lo menos la comentamos.
La mayoría de ecuatorianos, he conversado con muchos y variados círculos, no estamos de acuerdo con el rol que usted ha asumido y peor aún con sus últimas disposiciones.
En momentos de crisis se destapa la verdadera valía de quienes nos preciamos de ser católicos, y usted es uno de nosotros: es momento, señor, en que renunciando a sus graves y profundos resentimientos, perdone y se olvide de quienes supuestamente le han agraviado y llame a todos a una gran cruzada nacional en beneficio de los muchos damnificados de las catástrofes últimas que hemos tenido que soportar. Saque, señor, lo mejor de su espíritu cristiano, planifique e invítenos a una gran unión nacional en que todos oremos, desde nuestros puestos de trabajo, rogándole al Señor para tener todas las fuerzas del mundo, para enfrentar estos desastres naturales; reconozcámonos como mayoría católica, pero de manera ecuménica, solicitemos la ayuda de Dios, y también el concurso de los demás grupos cristianos o no cristianos; esta es la hora nacional.
Luego de ello, reorganice la comisión de reconstrucción que ha formado. Tome en cuenta a todos los grupos de ecuatorianos que estamos dispuestos a trabajar. No mezcle los asuntos gubernamentales con los de reconstrucción. Esta gestión requiere de la participación de los mejores técnicos, sean del color político que sean; no debe interesarnos ese capítulo de su vida, nos interesa y con urgencia, su capacidad profesional y técnica.
Que el Señor le ilumine, Presidente.