Si el régimen del presidente Nicolás Maduro llega a desplomarse, no será por el complot de la derecha que adelanta una campaña de desestabilización política y económica auspiciada por los demonios de la CIA, como afirman, muy sueltos de huesos, los líderes de los llamados gobiernos progresistas de América Latina.
Maduro caerá víctima de su propia ineptitud y de la pesada herencia que le dejó el coronel Hugo Chávez, cuando por sus sueños de líder mundial derrochó miles de millones de dólares que le cayeron del cielo por los altísimos precios del petróleo.
La política económica de Chávez, diseñada para alimentar el populismo, destruyó la producción agrícola e industrial, pues le resultó imposible competir con los productos importados con grandes subsidios. Y el absurdo sistema cambiario promovió el caos y gigantesca corrupción.
En materia internacional, su entrega en cuerpo y alma a la longeva dictadura de los hermanos Castro, y su protección a Daniel Ortega de Nicaragua, a Kirchner de Argentina y algunas islas del Caribe, ha significado egresos que se estiman en más de 10 000 millones de dólares anuales. De manera que a su heredero le ha tocado cosechar lo que sembró su mentor, agravado por la evidente falta de capacidad para manejar la situación catastrófica que enfrenta la República Bolivariana.