La meta es justamente eso, una meta, pero el éxito es el camino recorrido para alcanzarla. Y eso es lo que hizo el Independiente del Valle, recorrer con acierto un camino escabroso hasta llegar a la final de la Copa Libertadores, no en vano la prensa especializada internacional le llamó el “mata gigantes”, apelativo que perdurará en el tiempo y en el corazón de los ecuatorianos.
La final ante el conjunto colombiano resultó ser inolvidable, porque nuestro equipo luchó hasta el pitazo final del árbitro Néstor Pitana, quien consintió los excesos de los deportistas del Atlético Nacional de Medellín, de ahí que fueron lesionados en Quito, nuestro forward José Angulo, quien llegó disminuido a la final y Junior Sornoza en Medellín, quien fue agredido por un zaguero limitado técnicamente, pero recio, que le impidió jugar el segundo tiempo en que su presencia era imperiosa.
¿Qué hubiese pasado si el árbitro siendo imparcial, cobraba una falta dentro del área de los colombianos, cometida por el defensa que lesionó a Sornoza?, de seguro cambiaba la historia. No obstante, vaya mi sincera felicitación al equipo colombiano, que también es exitoso por el camino que recorrió, más no por la final que “ganó”.
Cuando LDU fue campeón de América, lo hizo sin ayudas y favoritismos, su título fue limpio y blanco como el uniforme que viste, además alcanzó la meta.
Salud Independiente del Valle, un vice campeón de América exitoso.