Los maestros reclaman justicieramente ganar un sueldo inicial de USD 1 000 igual al de los miembros de las Fuerzas Armadas y la Policía; pues, el salario es de USD 817 y se ha mantenido durante años. Debe, además, haber aumentos por tiempo de servicio, capacitación y rendimiento. La capacitación no debe darse durante las madrugadas en línea, por culpa del sistema informático; ni en vacaciones, como hasta ahora porque los docentes necesitan descanso.
El presidente Moreno tiene que cumplir con lo que prometió en la campaña de la segunda vuelta electoral: cero drogas.
Es tiempo de entender que el cargo más importante es el de maestro porque es un líder social que forma a discípulos y transforma a la sociedad.
Mientras no exista una simbiosis entre gobierno y maestros, la masificada educación ecuatoriana no será de calidad como se pretende justificarla con número de alumnos y edificios porque la realidad es otra: se ha convertido lamentablemente en la última década en una marmita de droga, poca preparación pedagógica de los profesionales de otras ramas que ingresan al magisterio, indisciplina de alumnos, facilismo, etc. Se impone el cambio urgente.