Más allá de las declaraciones eufóricas de algunos funcionarios gubernamentales, el reciente viaje del presidente Moreno a los EE.UU. es uno de los más trascendentes de todos los que ha realizado al exterior de lo que va su mandato. Porque querámoslo o no reconocer, EE.UU. no sólo es nuestro principal socio comercial, sino también podría ser un aliado importante en otros aspectos, como en seguridad y en educación. Sólo el trasnochado régimen izquierdista de Correa no lo vio así. A cuento de soberano y revolucionario había que pelearse con los gringos y, en cambio, se entregó a los brazos del imperio comunista chino: adquirió una enorme deuda y entregó petróleo a cambio.
Un acuerdo comercial con los EE.UU. es conveniente, como lo han expresado los sectores productivos del país, alimenta la competitividad y atrae inversión. Pero también en materia de seguridad: el crimen organizado vulnera nuestras fronteras y es una amenaza permanente para la institucionalidad democrática del país. Y en cuanto a educación. Uno de los grandes errores de los EE.UU. es no haberse involucrado a fondo en la educación no solo del Ecuador, sino también del resto de los países latinoamericanos, y del que se aprovechó la izquierda Castro-marxista para desde las aulas expeler todo su odio contra los EE.UU. En Ecuador y el resto de los países latinoamericanos ser antiestadounidenses era (y es aún) bien visto. Los EE.UU. deben apoyar la educación en la región y los beneficios serán mutuos.
El presidente Moreno debería realizar ese viaje a Alemania que quedó postergado por las manifestaciones de octubre. El Ecuador debe afianzar las relaciones con ese país que es una potencia económica y tecnológica en Europa. Tiene un sistema educativo de primer nivel y que los ecuatorianos deberíamos imitar.