Vanidad de vanidades

Ciertas actitudes superan la vanidad que se pudiera tolerar en un ser humano.  Son necesarias la sencillez, la austeridad, la mesura para comprender y actuar en un comportamiento civilizado frente a la sociedad. Para comprender los últimos y graves sucesos en nuestro país: ¡El dolor, la tragedia, la impotencia!

Luego, la complicidad de una farsa, malévolamente planificada, que tiene su sustento en una tonta creencia, en un falso socialismo, idealista, crédulo y engañoso, ambicioso y malo.

Ya que el Estado y la sociedad se deben basar en último término en una soberanía, en una democracia, en una autoridad que trabaje por todos, que respete a los ciudadanos.

Los términos modernos y globalizantes deben ser socialistas, pero no solo en busca del poder, ni por la troncha.

Vanidad de vanidades, que en este mundo tan conflictivo, en lugar de trabajar honestamente por cada uno de nosotros, tiene la cabeza caliente de sueños enfermizos, con los que no se puede gobernar.
Menos mal que tenemos dos grandes fuerzas y poderosas, que siempre nos han ayudado: la Iglesia y las Fuerzas Armadas.  

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