De cara a las elecciones que se avecinan, las frutas empiezan a moverse. A lo largo de estos nueve años, la oposición al régimen de Correa ha sido más bien floja; claro que con una Asamblea de más de 100 alzamanos, muy poco es lo que podían hacer y eso se entiende.
Gracias a esa mayoría aplastante, se ha dado al traste con la división de poderes. Ahora, bajo el membrete de la Unidad, un grupo de importantes políticos de oposición se reunió en Cuenca para firmar un acuerdo que, modestamente, creo que nació muerto. Basta ver que uno de los participantes ha sido colaborador de este Gobierno desde las altas esferas del poder y, en una suerte de estrategia política, marca distancias aparentando haberse dado cuenta de lo errónea que ha sido la política económica y social del régimen.
Se llega a acuerdos cuando los firmantes se comprometen a mantener lineamientos que respondan a los altos intereses nacionales. En 1977, en España, los representantes de todas las tendencias políticas firmaron los Pactos de la Moncloa. En ellos acordaron un programa de saneamiento y reforma de la economía y se comprometieron a trazar un plan de actuación jurídica y política. Como el gobierno de Adolfo Suárez no contaba con mayoría absoluta, aplicaron la democracia de consenso y lograron los acuerdos que se mantienen hasta la actualidad. Ese solo ejemplo demuestra que los pactos deben perdurar en el tiempo, no solo en época de elecciones.