La suciedad política se transmite también a través del rumor: desde hace más de dos años se viene repitiendo irresponsablemente que el Presidente está enfermo y que dentro de poco morirá; que la esposa de un ex funcionario público lo traicionaba con el guardaespaldas; que le han otorgado cargos importantes en las hidroeléctricas a miembros del partido político de un ex presidente de la República; que el hijo de un funcionario público fue apresado en Estados Unidos por tráfico de drogas…
Estos y otros rumores no son noticias; un rumor es una proposición específica para desprestigiar, que pasa de persona a persona, por lo general oralmente, sin medios probatorios algunos para demostrarla, son como bolas que en forma picaresca ruedan y ruedan por las distintas clases sociales.
Tratan de dañar la honra y el honor de personajes políticos, se convierten en estrategia de campaña por envidia y maldad; estas características se dan en movimientos que no tienen nada productivo que ofrecer.
Los sicólogos Gordon Allport y Leo Postman, en la obra Sicología del rumor, aseguran que el rumor no merece fe, ninguna persona sensata confiaría en él; los rumores destruyen la moral del pueblo: es antipático y vergonzoso difundirlos. La persona que esparce rumores es tonta, maligna y peligrosa, difundir rumores suele ser la manera de descargar en gente inocente las propias flaquezas.