Todos los países en algún momento de la vida pasan por crisis o caídas económicas, y es donde realmente se puede apreciar cómo cambia la vida, “del tener” “al necesitar dinero”. Un Gobierno del pasado creó un llamado bono de pobreza. Justo o no para muchos, ha constituido un gran peso económico para su financiamiento en el Presupuesto General del Estado.
Crear un nuevo bono de desempleo sería otra carga más económica, tomando en cuenta que el Ecuador, visto desde una perspectiva productiva, aún no llega a un pleno entendimiento de lo que significa el verdadero empleo, tiempos de producción, cifras de empleo por áreas económicas, número óptimo de empleados, investigación de operaciones empresariales y demás indicadores propios de la microeconomía.
Un Estado paternalista y protector de la economía social de mercado debe medir el alcance de una medida de un llamado “bono de desempleo”, por sobre todo en el mediano y largo plazos de su sustento económico. Igualmente, vendrían eventos complejos como el de ¿quién se acogería al bono de desempleo?, ¿frecuencias de su uso? Debemos tomar en cuenta que países con una gran industria y grandes volúmenes de producción lo manejan por ajustes de temporada, un primer concepto que implicaría recuperaciones económicas de la empresa privada, y el segundo concepto que justificaría su aplicación sería cuando la tasa de despido de empleados está en descenso. Entonces, podríamos decir que dicho bono funcionaría. Pero el Ecuador aún no muestra señales de un verdadero sostenimiento del empleo. Lo que sí es muy claro es que de ninguna manera constituirá una medida para mejorar el empleo.