Es el nombre de uno de los tangos que perdura en el tiempo, y le traigo a colación porque los aficionados y amantes de la fiesta brava, llamados taurinos, prácticamente estamos solos, no hay pronunciamiento ni del Gobierno Nacional, que por fin ha instaurado una democracia plena de derechos; ni del Municipio del Distrito Metropolitano a través de su Alcalde electo, que lo primero que anunció, fue eliminar el contrato de arrendamiento de la plaza Belmonte, lugar en que se realizan apenas tres corridas al año.
A más de ellos estamos a la espera de que la Corte Constitucional, una vez que estudie a profundidad el alegato presentado en enero de 2011, dé una respuesta no solo al sector taurino de Quito, sino al país entero que clama por ello, y desde luego que respetaremos su pronunciamiento. La argumentación de inconstitucionalidad expuesta, se basa en que sin duda alguna se atentó contra un sinnúmero de derechos constitucionales de tercera generación, relacionados con la libertad, la pluriculturalidad, el trabajo, el ocio, la no discriminación, etc. El estudio determina que se violentaron por ejemplo el párrafo segundo del Art. 424 de la Constitución, los artículos: 3, numerales 1), 3), 5) y 7) que garantizan sin discriminación alguna el efectivo goce de los derechos establecidos en la Carta Magna, y los artículos que hablan sobre los derechos de identidad cultural.
No deseo entrar en “terrenos prohibidos”, pero existe abundante material en la Constitución, de que las personas tienen derecho a construir y mantener su propia identidad cultural, a decidir sobre su pertenencia a una o varias comunidades culturales y a expresar dichas elecciones, la recreación y esparcimiento y gozar de los beneficios y aplicaciones de los saberes ancestrales.
Espero en una nueva oportunidad hacer conocer que alrededor de los eventos taurinos se ha construido toda una industria en la cual confluyen actividades económicas de diversa índole, sean estas permanentes o coyunturales.