El otro día, una buena amiga me invitó a una conferencia de un señor. La verdad, al comienzo, no estaba muy animado por ir. Pero realmente me hubiera arrepentido. Este señor, quien debe estar por los 60 años, dio una conferencia magistral. Se notaba que era una persona sencilla, inteligente y que ya había alcanzado su madurez espiritual. Su sabiduría así lo delataba.
Después de la agradable conferencia me fue imposible no comparar su actitud con la del señor Presidente, que está llena de caprichos y berrinches por su reelección indefinida, por sus enmiendas constitucionales o porque alguien no le hizo sentir importante o se atrevió a criticarlo. No pude evitarlo: sentí pena por mí, por mi familia y por mi pueblo al no tener un Presidente que nos impacte por su sabiduría y sí por sus caprichos y berrinches.