Pongámonos de acuerdo, primero, en que Quito necesita un gran sistema de transporte colectivo de calidad, de modalidades tecnológicas de última generación, de amplia cobertura territorial, que solucione, con confort y prontitud, la alta demanda de movilidad de sus habitantes, con tarifas diferenciadas y asequibles a todos los bolsillos.
Con este gran sistema restringiremos el uso del vehículo particular (que actualmente enloquece a los quiteños), para tener calles descongestionadas, con aceras anchas y arboladas para los peatones, en una ciudad caminable y con la atmósfera descontaminada.
La solución definitiva de este problema debiese ser la prioridad de los alcaldes de Quito, que, no obstante los actuales esfuerzos por mejorarlo con nuevas paradas para el trolebús, más los biarticulados, las cabinas de teleférico y el futuro metro; hay necesidad también de tomarle en cuenta al bus aerosuspendido.
Esta solución aérea y eléctrica, no contaminante, tiene las ventajas de no ocupar espacio en la superficie, sus columnas se instala en los parterres de avenidas y no requiere de autovías elevadas ni de túneles, supera con facilidad ríos y quebradas, es veloz (100 km/h) y masiva (más de 100 pasajeros en cada unidad), etc. El bus aerosuspendido es versátil en su aplicación, pues podría recorrer la ciudad en varios corredores longitudinal-transversales y, sobre todo, con líneas a los valles de Tumbaco, los Chillos y otros, integrados en un solo sistema, para bendición y salvación de todos sus habitantes.