Los niveles de tasas de interés activas y pasivas, son motivo de preocupación permanente de quienes hacen uso de los sistemas bancarios: los unos exigiendo que se rebajen al mínimo; y, los otros pidiendo que se les autorice el cobro de las más altas.
Los primeros aducen que solo con bajas tasas de interés, es posible reactivar la economía; en tanto que los segundos piensan que solo con el cobro de altas tasas, es posible que se robustezca la banca.
Para encontrar un “punto de equilibrio”, se presentó en el Congreso Nacional, hace algunos años, un proyecto de ley que ligaba las tasas de interés activo con las pasivas, en forma unívoca, de tal suerte que cuando un banco cobre “altas tasas” por los préstamos que conceda, se obligue automáticamente a pagar “altas tasas” a los depositantes. La diferencia entre las dos, sería el margen de rentabilidad bruta que conforme nuestro ordenamiento jurídico le correspondería regular a la autoridad monetaria.