Desde que abrió sus puertas, el parque Bicentenario ofrece un servicio digno de resaltar. Desde muy temprano por la mañana (todos los días), acuden decenas de niños/as, adultos, jóvenes, atletas, ciclistas, mascotas y demás. Caminan, trotan, pasean, bailan, departen, etc. Sin temor a equivocarme, buscan – entre otras cosas- darle a la vida un toque de salud, felicidad, esparcimiento, paz y una salida digna a la cotidianidad.
No obstante, el sábado 18 de junio del año en curso, a más de toparme con las consabidas cacas de las mascotas que no son recogidas por sus dueños (varios sí lo hacen), me topé con un grupo de ‘deportistas’ que habían armado una cancha de indorfútbol (tizado, arcos, redes, árbitros, público, familiares, curiosos, etc.) en uno de los sitios del lugar y daban rienda suelta a sus afanes futboleros.
El parque no fue considerado por la Alcaldía para tales menesteres. Fue considerado para otros fines, los cuales en gran medida ya los he puntualizado. De aquí en más, esa cancha ya no será la única, vendrán más y ahí sí que será el comienzo del fin, ya que traerán con ellas unas cervecitas, urinarios por doquier, peleas, gritos, apuestas, ventas ambulantes, etc.
Pero ¿debo ser tan pesimista y adelantarme a los hechos? La respuesta es no, porque estoy seguro que el Sr. Alcalde sabrá tomar cartas en el asunto y prohibir este atropello.
Conversé con la empleada encargada del cobro del ingreso y me supo expresar que no conocía del particular y que iba a tomar medidas inmediatas. ¿Lo haría? No lo sé, ya que me fui del lugar con la molestia referida.
Exhorto al Burgomaestre a que actúe inmediatamente y disponga a quien corresponda, corte de raíz el inicio de una muerte anunciada.