¿La medicina privada no sirve?

De la noche a la mañana se sentenció que no se puede confiar en la medicina privada. Las vacunas solo puede comprarlas el Gobierno, administrarse en el sector público y ser gratuitas. Dicho así, parece una oferta más de campaña, pero: ¿Quién ha atendido las patologías no covid-19 que no se pudieron recibir en el sector público porque los hospitales, prácticamente, bloquearon la atención de los demás enfermos? ¿A dónde van los pacientes con covid-19 cuando ya no hay camas de UCI en el sector público? ¿Ha fracasado en el sector privado el empleo de otros medicamentos que requieren cadena de frío?, ¿Existen instituciones privadas que poseen consultas para vacunación para prevenir otras patologías?, ¿Pueden vacunarse los niños fuera del sector público? Las interrogantes son fáciles de responder.

Es probable que sea difícil mantener condiciones de frío extremo para una de las vacunas, pero ya se ha demostrado que esa misma vacuna es estable a temperaturas alcanzables hasta con equipos de uso doméstico. Muchos países se están abriendo a la administración privada de la vacuna contra la covid-19 y probablemente una de las nuevas vacunas cambie el panorama de monopolio al requerir de una sola dosis y ser de más fácil fabricación.

La gente tiene miedo de acudir a centros de vacunación masiva y si puede pagar, lo hace. El gobierno las importaría, fijaría su precio y las vendería a instituciones privadas acreditadas, no a cualquiera. Quienes puedan pagarlas ayudarían con un subsidio para quienes no lo pueden hacer y se cubriría un gasto que el arca fiscal no lo tiene.

El turismo vacunal ha crecido y la gente viaja a vacunarse a países desarrollados en donde no les exigen nada, allá es mejor negocio regalar vacunas, que importar migrantes enfermos.

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