En esta sociedad en la que los antivalores predominan, en que la ofensa , el agravio, la injuria a quien piensa diferente se ha convertido en algo cotidiano, e incluso se lo hace ver como algo normal por parte de ciertos politiqueros y falsos gobernantes que han ocasionado un grave daño social, por ventura existen, aunque pocos, seres iluminados, que en su vida han sido paradigma de valores, como es el caso del señor Dr Julio César Trujillo, ilustre ecuatoriano, que ha sido, es y será, un ejemplo de dignidad, honradez, decencia y capacidad, persona consecuente y leal consigo mismo y con los demás, coherente entre su fecundo pensamiento y acción, maestro de juventudes, que procuro formar hombres de bien, buenos ciudadanos y mejores personas, como él lo fue.
En su vida profesional como distinguido jurisconsulto, se dedicó con esmero a defender a los más desprotegidos y vulnerables, eximio patriota que en sus últimos años de vida, desafiando con valentía y sacrificio, su frágil condición física debido a su avanzada edad biológica, aunque dueño de una lucidez mental admirable, combatió con denuedo la deshonestidad de unos cuantos enmarcada en la gran corrupción pública, que se enquistó en la década nefasta del anterior gobierno, que utilizó y controló a su favor arbitrariamente, todos los poderes del Estado, estableciendo un sistema delictivo, que garantizó y protegió la impunidad.
El Dr. Trujillo lideró con gran eficiencia el proceso de reinstitucionalización del Estado, dando cabal cumplimiento a lo dispuesto por el pueblo en la última consulta popular. Fue un auténtico repúblico, un gran ser humano, de una gran valentía, que en sus postreros días soportó con estoicismo injustas e infames ofensas e injurias proferidas por ciertos energúmenos fanáticos, que demostraron su bajeza y miseria humana ante un gigante moral, que si bien ha desaparecido físicamente, su espíritu de persona buena, no ha muerto ni se ha extinguido, es inmortal y permanecerá siempre en nuestro más grato recuerdo.