Disparar al mensajero

Esa metáfora tiene que ver con responsabilizar al portador de las malas noticias por el contenido de las mismas. El Gobierno anterior la convirtió en una política de Estado, de allí la persecución obsesiva a la prensa y a quienes denunciaban actos de corrupción. La publicación de supuestos correos electrónicos entre Correa, Mera, Jalkh y otros funcionarios confirmaría un secreto a voces: que los deseos del expresidente eran órdenes para los operadores de justicia. Visiblemente enojado el presidente del Consejo de la Judicatura calificó en duros términos a quien sacó a la luz esas intimidades. Sin negar la veracidad de lo expuesto destacó, eso sí, la excelente comunicación que existió entre él y el expresidente. Olvidó un detalle, el contenido de los mensajes revela cómo se habría nombrado a los jueces y la verdadera motivación de las sentencias, lo que configuraría otra forma de corrupción y explicaría, entre otras cosas, lo bien que le fue al líder en sus demandas. Bien haría el involucrado en explicar lo ocurrido, asumir las consecuencias y dejar en paz al mensajero.  

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