Sus colosales picos adornando corredores como trofeos de cacería ; ramilletes de ellos colgando inertes y sangrantes en hombros de furtivos cazadores ; o cientos de sus coloridas plumas abandonadas en el lugar donde fueron inmisericordemente desollados, es el macabro recuerdo que guardo tristemente de este emblemático pájaro que ostenta algunos colores del arcoíris, y cuando pensaba que este rey de los picos, decepcionado de vivir se había ido para siempre en el último coche de madera de mi pueblo (Nanegal), en el lomo del extinto caballo del recordado torneo de cintas, o que decidió chamuscarse en la postrera hoguera de la festiva chamiza antecesora del pirotécnico castillo, para ventura nuestra no ha sido así , y contra todo pronóstico han regresado, escuchando el clamor de quienes nunca vimos su vuelo, oyendo los gemidos de los plátanos color sol que añoraban sus contundentes picoteos, o animados por la soledad de las papayas, que desde las alturas hinchadas de jugo, y a falta de sus golosos picos ahogadas en suspiros se dejaban caer, además porque en los montes y en los poquitos árboles que quedan cerca al pueblo, el espacio que ellos dejaron ningún pájaro ha podido llenar; ahora no es raro verlos como abanderados de todas las aves saliendo alborotando desde las gargantas de las montañas, tiñendo con sus espléndidos colores las blancas nubes, revoloteando alegres en cercanas arboledas, y desafiantes ante testarudas escopetas, o fascinantes ante furtivas cámaras que por suerte sólo disparan centelleantes flashes y no mortíferas municiones…