En mi libro “Pasillos y Pasilleros del Ecuador”. Breve Antología y Diccionario biográfico”, publicado por Editorial Abya Yala, en el 2000, expuse la idea de que el pasillo “El aguacate”, atribuido al señor César Guerrero Tamayo, debe su nombre a que en el sur de Colombia se llamaba así a la persona enamorada, así como en nuestro país se le decía “camote”, (término actualmente en desuso).
Igualmente, en el mismo libro, se me ocurrió comparar a un grupo de creadores de pasillos, formado por los guayaquileños Carlos Rubira Infante, Carlos Solís Morán, Carlos Silva Pareja, Enrique Ibáñez Mora y Alberto Guillén Navarro, con el Grupo de Guayaquil en la literatura ecuatoriana, constituido por José de la Cuadra, Alfredo Pareja Diezcanseco, Demetrio Aguilera Malta, Joaquín Gallegos Lara y Enrique Gil Gilbert. Inclusive, añadí que en el grupo de pasilleros debería tomarse en cuenta a Francisco Paredes Herrera y Nicasio Safadi, que si bien no nacieron en Guayaquil, toda su obra la crearon en esa ciudad. Sorpresivamente, en el libro “Lo mejor del siglo XX” Música Ecuatoriana, de Oswaldo Carrión Ortega, publicado posteriormente, se transcriben literalmente, las ideas mencionadas, sin indicar la fuente, como debía haberse hecho. Esta mala costumbre es común en las publicaciones de autores nacionales, bien sea en trabajos literarios o en tesis de grado.