Cuando era pequeño, me costaba entender la razón por la que la gente escribía obscenidades en las paredes. Variopintos mensajes con faltas de ortografía decoraban el patrimonio cuencano durante años. Algunos hacían alusión a un equipo de fútbol; otros, improperios hacia la madre de algún político; declaraciones de amor, tan mal escritas que parecían ofensas, entre muchísimos más. Mis favoritos, eran los “filosóficos”: “no me corto las venas, porque las prefiero largas”, “al que madruga, dios no existe.”
Siempre hubo algo que me llamó la atención: nadie decía nada. Hablo en serio, algunas de estas pinturas llenas de errores de ortografía y sintaxis, con una caligrafía deplorable y muchas veces calamidades en su significante y significado, permanecían ahí durante años. Sí, había una o dos veces cada cuantos años la noticia de que un “gringo” pintaba las paredes, le aplaudíamos nos señalábamos entre nosotros por ser malos ciudadanos y ya.
Quizás, pueda deberse a la predominancia de las redes sociales y que la información está a la orden del día. Pero lo cierto es que conforme se ha popularizado el movimiento feminista en mi generación, cada vez puedo palpar mejor la importancia de las expresiones en el espacio público. Estuve pendiente del veto o sanción del COS por parte del Presidente. La respuesta fue categórica: veto, casi sin explicaciones. ¿La respuesta? Protestas y pinturas en las paredes. Este feriado hubo cerca de 5 femicidios, el Gobierno prácticamente no se pronunció, ¿la respuesta? Ya se imagina. Y lo que voy a decir resulta preocupante, muchas personas de mi entorno, no se habían enterado de esto; sino por el revuelo y debate que se originó por las paredes pintadas. Fue cuando pude comprender que quizá las paredes pintadas son consecuencia de un Gobierno y de una sociedad sordos. Y es tan severa la sordera, que tiene queentrarnos por los ojos el mensaje, “Nos están matando”, “Nos están violando”, “La maternidad debería ser deseada”, “Ni una menos”.