¿Qué es lo que hace a una nación próspera? ¿Son acaso sus recursos naturales, la belleza de sus paisajes, el trabajo esforzado o la bondad de su gente? Quizás no es casualidad que en el primer esfuerzo organizado para la extracción de petróleo como bien comercial ocurriese en el estado de Pennsylvania-EE.UU., una nación conformada por personas con una cultura conducente a cultivar la ciencia, la innovación tecnológica y con un gusto por el riesgo y la exploración.
Fue Benjamin Silliman (1770-1864), científico y químico de la Universidad de Yale, quien proporcionaría a George Bissell y Edwin Drake la información que motivaría en estos empresarios y exploradores la posibilidad de invertir en una empresa que en aquel entonces se consideraba una locura. Antes del pozo Drake, el petróleo era un producto sin valor, a lo mucho un ungüento medicinal de uso indígena y ancestral. Fue gracias al interés de Bissell por solicitar los experimentos de Silliman, que Drake establecería el primer pozo de explotación y el inicio de la historia moderna del petróleo, el origen de inimaginables riquezas personales y la transformación tecnológica y política del mundo. Una nación próspera es aquella que cultiva en sus universidades la actividad científica, exploratoria y básica, para que la industria pueda generar riqueza.