La reorientación de Latinoamérica hacia gobiernos democráticos y no demagógicos viene siendo motivo de amplia discusión. Unos los defienden y otros los atacan, porque supuestamente, los primeros concentran la riqueza y los segundos la reparten. Sin embargo, lo sucedido en el Brasil, Venezuela y Argentina lo único que demuestran es el enriquecimiento ilícito de sus autoridades y el desmejoramiento económico de las grandes masas, a las cuales se les cautiva con subsidios a todos los servicios, para demostrar la eficiencia de sus políticas.
Lo peor de todo es que pese a las acusaciones de la justicia contra sus dirigentes, declaran desvergonzadamente ser “perseguidos políticos”, esperando con ello que el pueblo que, otro momento les apoyaba, antes de que se descubran sus fechorías, les sigan respaldando, pese a la evidencia de las pruebas en su contra.
Lastimosamente, superar esa etapa de engaño resulta difícil y larga, porque la gente al margen de que el subsidio le beneficie poco al pobre y mucho al rico, lo defiende acaloradamente. Inclusive el hurto de los fondos públicos les preocupa menos que la eliminación de estos “auxilios estatales”. Y es exactamente esto lo que está sucediendo en esos tres países.
Merece destacar la forma diferente en que se ha conducido la economía boliviana, tanto que por ello será la nación que alcance el más alto crecimiento en Latinoamérica en el 2019. Ahí no hay éxodo de ciudadanos; las filtraciones de fondos son menores a las de Argentina y Brasil y, obviamente, a las de Venezuela. Inclusive el Presidente de Bolivia es el que tiene el menor sueldo de “todos los del continente americano”.