La vida realmente es un vuelo… un intrépido vuelo de verracos (adjetivo exportado de Colombia). Ya está por ahí el Carlos festejando su primera parada, de hace más de 40 años, todo fue por San Roque, dominio del feudal Héctor Cisneros. Él era un pupilo algo callado, muy observador. Sí, estuvo en los talleres de la CCE, pero también trabajó para Carlos Villalba, ya olvidado. Y fue saliendo, se vestía de mujer y el mismo se reía, “Chusco el payasito…” decía y se reía de él mismo. Y se fue parando de a poco, como el matador ante el toro. Nunca negó sus orígenes y se fue alzando en escena.
Carlos pinta también y por lo tanto las máscaras y vestuario que él mismo los consigue. Como también él logra meterse en el corazón de la gente, y deja a la “señora caramelera” y a la “señora de la espumilla” Y al “vendedor de helados” que mejoren su día en el parque de El Ejido, su cancha. Ha hecho muchos ‘sketches’ y la gente, su pueblo ha reído y mientras viva seguirá riendo, jamás ha sido burócrata, peor político y ha sobrevivido; pero quién como él para encontrarles las costuras a los “taiticos” de la política. Cuarenta botijos a punte barro de su cuerpo, a punte voz, “Chapeau” diría un ciudadano de la tierra de Moliere doblando la cerviz y enternecido. Aplausos para el Carlitos Michelena.