Las Fuerzas Armadas de inmediato se movilizaron; a la Brigada Pastaza con 500 soldados Iwias, nos asignaron el cantón Pedernales epicentro del terremoto; en la Escuela del Milenio estaba el Centro de Acopio; a nuestra llegada, por semejante desastre reinaban la confusión y el nerviosismo; caos y desorden en la distribución de las donaciones que llegaban en enormes cantidades de parte de los ecuatorianos “campeones de la solidaridad”; la misión era operar con mis tropas esta instalación; pusimos orden y aplicamos la logística de campaña, una carpa era el Centro de Mando; se organizaron, planificaron y ejecutaron, la recepción, almacenamiento, transporte y distribución de víveres, medicinas, vituallas y agua; en la única construcción de la escuela, el comedor que soportó el sismo, se almacenaban los víveres y se armaban las raciones para 4 días y 5 miembros por familia, en el patio en carpas pusimos el agua y hasta el alimento para mascotas, etc; las entregas a las familias se hicieron en los portales de sus casas semidestruidas, mediante convoyes de vehículos terrestres y utilizando helicópteros para llegar a los sitios más recónditos; también construimos y dimos seguridad a los albergues; en fin una labor titánica, 24/7 pero a la vez muy gratificante, en la que colaboraron delegados de otras instituciones y algunos ciudadanos voluntarios que se adaptaron al régimen militar. Como no resaltar los valores de los soldados de la patria; la disciplina, solidaridad, el valor y el compromiso, había que vencer la fatiga y el temor a las réplicas del sismo; la prioridad era mitigar el dolor que vivían nuestros hermanos, muchos de ellos lo habían perdido todo, inclusive a sus seres queridos.
A cinco años de aquel terremoto, las FF.AA. nuevamente están en primera línea apoyando con eficacia, experiencia y compromiso en la calamidad de la pandemia y en el proceso democrático del 11 de abril.
El soldado ecuatoriano se debe a su pueblo, por eso estará a su lado para protegerlo; velando siempre sus sagrados intereses.