Deseo comentar algunos asuntos de carácter socio económico que afectan a un importante sector de la comunidad ecuatoriana, conformado por los maestros jubilados en los años 2008, 2009 y 2010. Con este fin, es preciso recordar la historia de quienes con verdadera mística profesional, formados en los antiguos colegios normales, herencia del insigne presidente Eloy Alfaro, laboraron, durante muchos años, en rincones lejanos de la Sierra, Costa, Oriente y Galápagos, hasta alcanzar el cambio a establecimientos educativos de las zonas urbanas para comenzar una etapa de superación académica en las universidades, con el fin de prepararse y servir con calidad y calidez a las jóvenes generaciones, a quienes impulsaban por el sendero de la superación personal, hacia la conquista de opciones más dignas para la familia y para la patria.
Es conmovedor escuchar en las manifestaciones aquel tema musical tan nuestro y tan desgarrador: “En vida que me quisieras/ De muerto ya para qué”… coreado por las voces de personas que caminan con dignidad por la “Edad Dorada” y que tienen la esperanza de recibir el incentivo económico, quizá para mejorar sus viviendas, adquiridas antaño, con préstamos del IESS, o para entregar una educación de calidad a sus hijos.
¿Habrá escuchado e interiorizado este cántico el Señor Presidente? O será que resuenan en la conciencia colectiva los versos de Medardo Ángel Silva: “Se va con algo mío la tarde que se aleja; // mi dolor de vivir es un dolor de amar”… Amar la dignísima profesión del magisterio, cuando en cada clase los maestros entregaron su vocación. Aquella esencia profesional que cual manantial de la vida misma, refrescaba con nuevos conocimientos las mentes de niños y adolescentes e impulsaban aquel sentido de superación.
Formulo fervientes votos para que el gobierno cancele los haberes, que con justicia reclama el Magisterio Nacional.