Cumbre de la Iglesia sobre abusos sexuales

Antes de la Cumbre en el Vaticano, en los discursos previos el Papa Francisco invocó el perdón bajo la premisa de que todos somos pecadores. Yerra el Pontífice, pues si conforme a los preceptos lo somos, eso no quiere decir que seamos violadores de niños.

La siguiente premisa fue que la Iglesia es Santa y “novia de Dios”, pero la historia ha demostrado que la Iglesia no es santa, sino una institución humana llena de aciertos y desaciertos, gente buena y mala como todas las demás, así que divinizarla arguyendo su vínculo con el Creador no hace más que solapar un sistema caduco y antinatural que produce este tipo de aberraciones, donde el celibato debería ser optativo; por darle una explicación al altísimo número de abusos.

El Sumo Pontífice condenó los ataques a la Institución y dijo que eran producto del “diablo” y quienes la atacaban tenían relación con este imaginario colectivo, cuando lo correcto es llamar a las personas a denunciar estos hechos execrables, el objetivo final debe ser la depuración total.

En lugar de perdón se debería estar hablando de castigo, sin promover beatificaciones por cada sacerdote defenestrado, como acaba de pasar en nuestro país, probablemente para no perder clientela. No creo que ninguna de las enseñanzas de Jesucristo en pueda justificar semejantes atrocidades. La ley humana debe actuar sin contemplaciones y sancionar a autores y cómplices, mientras que la curia debe hacer lo suyo llegando hasta los encubridores.

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