La Comisión Anticorrupción debiera cambiar su nombre a Ecuador Honesto, como fuera sugerido y ocurriera con ‘Quito Honesto’, bajo la presidencia de un gran profesional y ser humano como Simón Espinosa Cordero.
No sólo por el ‘Efecto Pigmalión’, que da cuenta cómo el humano responde a la ‘etiqueta’ que se le pone, sino porque es de esperar que el Ecuador sea a futuro paradigma de personas íntegras en sus conductas y procesos, y no en permanente ‘lucha contra la corrupción’.
Es correcto que dé seguimiento para erradicar abusos de poder y discrecionalidades, que son los gérmenes de la corrupción (S. Kierkegaard), así como fomentando la transparencia, dejando la investigación a los entes que tienen esa competencia. Hace falta que la Iglesia, institución invitada y llamada a poner en práctica la ‘Doctrina Social’ con el método de ‘Ver, Juzgar y Actuar’, frente a la no aceptación del prelado, sugiera la designación, quizá de un miembro de la ‘Comisión Ecuatoriana de Justicia y Paz’, que nace de la Iglesia y aglutina también a laicos comprometidos, como representante a la tarea de la Comisión Anticorrupción.