La violencia en el Ecuador
Fabián Pérez de Castro
El país ha vivido a lo largo de su historia, violencia de todo tipo: violencia política, aquella que se originó en el antiguo Congreso Nacional y que persiste actualmente en la Asamblea Nacional, pugnas y juicios políticos, más por venganza e ideologías, que por expedición de leyes, asuntos administrativos y manejo de la cosa pública; a violencia social o violencia popular, que es siempre una contestación o una respuesta, precisamente a la violencia del poder, que nace y muere en la agresión. Esta por supuesto, no es una simple especulación, sino una verdad comprobada e incuestionable. Esta o ha cambiado. Las clases dominantes por un lado, violentando constantemente al pueblo, y este, por el otro, respondiendo a esa agresión. La delincuencia común, cada vez más violenta, agresiva y criminal, que ha existido desde siempre y parece no tener control y dominio por parte de las fuerzas estatales y desde década atrás, agravada con el sicariato, asesinos asalariados y delincuencia organizada. La Policía Nacional, valiente y decidida a exterminar con esta lacra social, pero desafortunadamente y esto es algo inaceptable, mal equipados y peor pagados, con sueldos de hambre y de miseria y obligados a gastar de su propio peculio en pertrechos y otros insumos. La Fiscalía General cumple con su labor inquisitiva, pero no tiene un mínimo apoyo en la tan cuestionada y pésima administración de justicia, que es otra forma de violencia, porque se violentan normas, procedimientos legales y la propia ley. ¿Cómo explicarse que avezados delincuentes, encontrados culpables de varios delitos y hasta asesinatos, no cumplen con su condena y más tiempo tardan en entrar que en salir de las cárceles? Muy simple: son “juzgados” por jueces venales, banales y corruptos, que abundan en este país. Y ese otro organismo, el Consejo de la Judicatura, ¿para qué está y por qué no investiga a fondo, a estos sujetos llamados “jueces”?.
Bueno es culantro pero….
Marcelo Gallo Gallegos
Muchos probos analistas y políticos nos inundarán con apreciaciones y explicaciones de lo que ha pasado en los últimos días en nuestro querido país; pero, para un ciudadano común, bueno es culantro pero no tanto. Los que pretenden ser radicales utilizando mañoserías tienen que admitir que aún hay quienes no comulgamos con la brutalidad, el abuso, el crimen, la interrupción de vías, parar la producción y tratar de matarnos de hambre. Lo que sí sale a la luz es que todo estuvo orquestado desde la Asamblea; primero, pactos, amnistía por la quema de Quito de hace dos años; cambio de Llori; y luego, coordinación con el movimiento indígena que muchos de sus dirigentes hablaron de su único objetivo: votar a Lasso. En la Asamblea se dieron muchas elocuentes intervenciones en los últimos días; muchas pasarán a la historia; y, como símbolo de ignorancia puesta de manifiesto está lo que dijo un legislador: “…las 28 provincias del Ecuador” o de las primeras intervenciones sobre derechos humanos rotos no por los asesinos sino por los que trataron de mantener el orden. Nos gusta poner condimentos a las sopas; pero, legisladores: bueno es culantro pero no tanto. Para muchos estos vergonzantes hechos nos llaman a un mea culpa por haber dado el voto a borregos que no van legislar sino a obedecer órdenes, pescar a río revuelto y dar perdón y olvido a delincuentes comunes, ladrones y prófugos.
La cultura está muerta
Roberto Francisco Castro Vizueta
La señora Kennedy Troya ha escrito un artículo “atropello revelador” respecto al operativo policial en la Casa de la Cultura en la ciudad de Quito y a la posible reducción de presupuesto y demás desórdenes gubernamentales con la venia de la Asamblea. La señora Kennedy Troya no se da cuenta que la cultura ecuatoriana murió desde hace rato, despedazada por actores políticos de dentro y fuera del país, imponiendo visiones sectarias con pretextos de resentimientos y desigualdades de toda la era humana. La cultura y su llamada casa no debe ser una guarida para que movimientos sociales e individuos cercanos al poder, enfilen cañones hacia quien denomina su enemigo, sea un gobierno o un sector de la sociedad. La cultura debe ser un medio para descubrir la identidad tanto del individuo, así como de la sociedad en general, incluyendo a los desfavorecidos, así como a los favorecidos, para lograr una unión y un despertar. A diferencia de la muerte del manifestante en Puyo, a mi criterio no se vio una brutalidad en la acción policíaca de entrar en la Casa de la Cultura ante una denuncia, y más aún cuando la misma se sigue utilizando para planear el sitio y toma de la capital de los ecuatorianos, como sucede actualmente. Si el objetivo de los actuales ocupantes de la casa de la cultura es bajarse al presidente, pues adelante. Él ha demostrado su incapacidad y es posible que se lo merezca, más allá de trámites burocráticos que han fallado (la Asamblea correísta) o que están por darse (firmas para revocatoria). Pero con el pretexto de la cultura, no es posible que siga la destrucción acelerada del país. A menos que sería mejor a nuestras vidas y luchas diarias nos entren a saco, frente al manifiesto de los protestantes. Bueno sería saberlo. O mejor no.
DESPUES DE LA TORMENTA
Jorge Chambers Hidalgo
El país nuevamente atravesó una crisis mas corta pero similar a la pandemia del 2020 aunque durante esta todos cerramos filas para afrontarla, en tanto que el paro fracturo mas a la sociedad de lo que se encuentra por su propia naturaleza, sin embargo pese a todo existe un concepto de país lo que puede superar escollos que serian insalvables si prosperaran criterios desorbitados como separatismos que felizmente todos consideramos producto de mentes en franco deterioro, pese a todo se llego a un acuerdo porque ambos lados ya estaban agotados y al sector protestante se le estaba escapando el control del movimiento social desde que muchos aprovechaban para destruir propiedad publica y privada, robar a pequeños negocios o cometer homicidios. Estos movimientos no son motivados por capricho sino por el deterioro de la economia popular al faltar
inversión publica para impulsar actividades en el sector privado que propicie capacidad adquisitiva en la población, lamentablemente se esta administrando el país con criterios financistas de ahorrar, pagar deudas que podrían prorrogarse, “sanear la economía”, etc sacrificando la inversión social en servicios de salud, educación, seguridad, obras publicas y otras necesidades de las mayorias cada vez mas deterioradas en su calidad de vida, lo que provoca estallidos sociales que los sectores dominantes no terminan de comprender que lo único que los puede evitar es una política socioeconómica mas productiva y equilibrada invirtiendo en el desarrollo de país.