Las dos reformas tributarias a mes seguido, con las que suman 14 las decretadas por este Gobierno en los cerca de 10 años que lleva de ejercicio, constituirán un cañonazo en la línea de flotación de la economía ecuatoriana, afectada por una grave crisis, consecuencia del errado manejo de la economía por parte de la RC.
En efecto, adicionalmente a la constante inestabilidad legal, en la cual es poco menos que imposible desarrollar actividades productivas, crear nuevos impuestos en una economía en contracción va en contra de las más elementales enseñanzas de la ciencia económica, que precisamente recomienda lo contrario: disminuir impuestos para alentar la inversión y el consecuente crecimiento. Pero a las “mentes lúcidas” solo les interesan los objetivos políticos. La consigna es no dejar el poder a cualquier costo. Es necesario – en su enfoque – proteger el retiro y evitar una fiscalización de los actos de estos larguísimos 10 años en los que el Ejecutivo ha copado todos los poderes: Legislativo, jueces ordinarios y constitucionales, superintendencias, Contraloría, Fiscalía, Procuraduría y ese engendro que se llama Consejo de Participación Ciudadana.
Los nuevos impuestos tendrá efectos devastadores no solamente por la nueva carga tributaria, sino porque la poca credibilidad que tenía el gobierno la perderá por completo, pues, las salvaguardias que debían durar 15 meses, se han prorrogado por un año adicional.