La mujer ha venido luchando por la igualdad de oportunidades con el hombre, dentro del ámbito laboral, político e incluso religioso. Es incomprensible que en pleno siglo XXI sea la misma mujer la que no tolere el liderazgo de una fémina y por egoísmo o envidia busquen la dirección del sexo masculino. No es necesaria la supremacía del poder en el hombre o en la mujer, sino que se debería mantener la equidad de género. No es verdad que el hombre sea más inteligente o el más fuerte. Ya se ha comprobado que la mujer es capaz de hacer las cosas igual o mejor que el hombre en varios aspectos. Solo necesita las oportunidades y más que esto la voluntad para romper estereotipos creados y transmitidos para minimizarla. Manuela Cañizares arengó a los próceres de la Independencia cuando querían darse por vencidos “¡Cobardes! ¡Hombres nacidos para la servidumbre! ¿De qué tenéis miedo? ¡No hay tiempo que perder!”. A pesar de su origen humilde era dueña de un carácter dominante y gran liderazgo, ejemplo de libertad en América Latina. Hoy, en la era de la ciencia y la tecnología, la mujer se desenvuelve con eficiencia y responsabilidad en los campos científicos, económicos y políticos. Eso a mí me enorgullece. Sin embargo, desde los círculos de menor a mayor trascendencia social y frente al protagonismo de la mujer existen el celo, la envidia, el ego del hombre. Pero la mayor carga es del mismo género femenino.Lo más grave es que hay mujeres que son víctimas de acoso, violencia. A pesar de conocer sus derechos, se someten a la prepotencia del hombre.