De manera inconsulta, hace poco tiempo el IESS amplió la cobertura de los hijos de los afiliados e incorporó como beneficiarios a los niños mayores y a los adolescentes. Como era obvio, al no existir el suficiente número de especialistas pediátricos en las diferentes ramas de la medicina, los especialistas de adultos (neurólogos, hematólogos, nefrólogos, gastroenterólogos, etc.), se vieron obligados a atender a los niños y a los adolescentes que presentaban padecimientos de su especialidad; sin embargo la nueva normativa legal de nuestro país delimita el ejercicio de la medicina al campo de la respectiva especialidad, algo que a primera vista parece lógico y sensato; sin embargo esto significa que los especialistas de adultos están impedidos de atender a los niños y a los adolescentes, por lo que este grupo de enfermos está desamparado.
Hace varias semanas, la prensa difundió la noticia que en esta última epidemia de Ébola, de los 240 médicos que se enfermaron en el África fallecieron el 50%; si tan dolorosa circunstancia ocurriese en nuestro país, los médicos sobrevivientes podrían ser enjuiciados por no ser infectólogos pediátricos, aspecto catastrófico si se conoce que la mortalidad de esta terrible enfermedad supera el 85%. En nuestro país ya fue condenado a prisión un experto cirujano por tratar de salvar a una paciente baleada y moribunda, mientras llegaba el cirujano de tórax, cuando en otros países el delito es que un profesional de la salud no socorra a una víctima.
Para expedir una ley o emitir un fallo debe meditarse profundamente en las consecuencias que su aplicación provoque.